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Problemas de WhatsApp

3La gran mayoría de los adolescentes tienen un smartphone y además, prefieren usarlo antes que otro dispositivo para acceder a Internet, lo que implica que pueden acceder a la Web cuando deseen.

Esto hace que los antiguos consejos como tener el ordenador en un lugar público de la casa o instalar una herramienta de control parental en el PC no sean ya del todo válidos. Hoy en día los consejos deben tratar sobre los sistemas de mensajería de los smartphones, como WhatsApp, convertidos en la  forma principal de comunicación entre los adolescentes.

El primer problema que plantea el uso de WhatsApp es la adicción: estar pendiente de la respuesta de un mensaje que acaban de enviar, revisar continuamente la lista de contactos para saber la última hora de conexión o si han visto el mensaje enviado, son comportamientos muy habituales en los adolescentes e incluso en los adultos. Y esto puede interferir en la atención que deben prestar en determinados momentos al estudio, a las tareas habituales o incluso a otras formas de ocio.

El segundo problema no es nuevo ni exclusivo del WhatsApp: el sexting o envío de fotos comprometidas. El que no sea necesario contar con un ordenador ni tener que transferir las imágenes captadas con otro dispositivo a otro equipo conectado a Internet, hace que casi no haya espacio para la reflexión. En un par de segundos se graba la imagen y se envía a través de WhatsApp.

En tercer lugar, el acoso, apareciendo ya en los medios noticias de casos de acoso a menores a través de WhatsApp como la que encontramos aquí: Detenido un menor por acosar a niñas a través de WhatsApp

Y las recomendaciones sobre su uso, parecidas a las que se han dado ya para el resto de servicios de Internet. Para comenzar, nada  de prohibiciones, y menos ahora que los menores son propietarios de estos dispositivos: burlarían la prohibición muy fácilmente y con consecuencias más negativas que el problema que se pretendería atajar.

En el fondo lo importante es la educación, no que la tecnología sea mala: hay que hacerles ver que no es correcto el estar hablando con otra persona y al mismo tiempo estar pendiente del móvil, y que hay que cuidar las relaciones personales igual que se cuidan las digitales. Y por supuesto, dedicarle el tiempo adecuado, ¿para qué tener el teléfono activado durante la noche, mientras duerme, igual que durante las clases o mientras realiza tareas escolares?

Y en lo que toca al envío de imágenes, hacerles ver ejemplos de mal uso de estas prácticas. La foto “graciosa” que hacen hoy, puede tener consecuencias muy negativas en el futuro. Y la persona en la que confían hoy, puede que mañana les falle.

Por último, que sean conscientes del riesgo de la inmediatez: antes, el enviar una imagen implicaba tomarla con una cámara o móvil, llegar a casa, encender el ordenador, conectar la cámara, transferir las imágenes, entrar en la red social y enviarla o colgarla. En todo este proceso daba tiempo a reflexionar y echarse atrás, algo que no ocurre hoy en día. La imagen que envían en un momento de euforia, puede costarles cara al día siguiente.

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La planificación del estudio

La planificación es una actividad necesaria para sacar adelante cualquier proyecto, y es muy útil de cara al estudio. Planificar implica realizar una reflexión previa sobre los objetivos que perseguimos, las actividades que conducen a ellos, las prioridades, el tiempo del que disponemos y su distribución. Seguir una planificación preestablecida evita que improvisemos, pero nunca debe convertirse en una cadena que nos esclaviza, sino en una herramienta que nos ayuda a conducir nuestro esfuerzo de manera eficaz.

Se trata de administrar nuestro tiempo de una manera metódica, economizando y simplificando nuestro tiempo de estudio, pero sin caer en rigideces ni ataduras. Estudiar de forma sistemática contribuye a crear el tan nombrado “hábito de estudio”  y a ahorrar tiempo y esfuerzo.

La planificación debe ser además una guía dinámica. Una vez realizada debe ir adaptándose progresivamente para ser más eficaz y responder a la realidad del día a día. Podemos y debemos ir evaluando el grado de cumplimiento del programa e ir introduciendo sobre la marcha los ajustes necesarios.

2Antes de planificar, debemos saber…

Para gestionar mejor nuestro tiempo debemos tener en cuenta las siguientes consideraciones:

– Disponer y utilizar una agenda, anotando en ella las actividades a realizar y llevarlas al día.

– Proponer una duración máxima y un tiempo mínimo diario de estudio. Al menos, debemos dedicar a estudiar dos horas diarias.

– Contar durante el fin de semana con un tiempo de estudio, lo que contribuye a favorecer el hábito diario de estudio.

– Asignar tiempos realistas a las actividades.

– Aprovechar para el estudio las horas en las que nuestro rendimiento intelectual sea mayor.

– Estudiar, siempre que sea posible, a la misma hora del día.

– Tener preparado, antes de empezar, todo el material necesario: bolígrafo, cuadernos, diccionario…

Distribuir adecuadamente descansos entre las horas de estudio, pero teniendo en cuenta que estos no deben ser mayores de cinco minutos.

– Contar con un cierto margen para imprevistos que puedan surgir.

– Asignar más tiempo a aquellas materias en las que vamos peor preparados o que tienen más dificultad.

– Programar actividades agradables, posteriores a la sesión de estudio, como premio por un trabajo bien hecho.

Manos a la obra: la sesión de estudio

Ya sabemos todo lo que hay que tener en cuenta para planificar nuestro estudio y la actividad anterior nos ha clarificado el tiempo que podemos dedicar diariamente a estudiar. Ahora sólo falta organizar una sesión de estudio, pero… ¿por dónde empezamos? ¿Por las asignaturas fáciles o las difíciles? ¡Vaya lío!

Para aprovechar al máximo nuestras capacidades intelectuales debemos tener en cuenta que a lo largo de una sesión de estudio pasamos por unas fases en las que nuestro rendimiento varía. Por ello es necesario conocer cuáles son estas fases para así distribuir las actividades más adecuadas a realizar en cada momento.

En el gráfico que tienes a continuación se reflejan las cuatro etapas por las que suelen pasar la mayoría de los estudiantes:

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En la primera etapa (fase de ajuste) al cambiar el centro de atención a la nueva tarea, nuestro rendimiento va aumentando poco a poco a ella a medida que vamos calentando motores. En esta fase nuestro rendimiento todavía no está al cien por cien.

En la segunda fase (aprovechamiento) el rendimiento es mayor porque nuestra atención ya está centrada en el estudio y durante un tiempo variable va aumentando poco a poco hasta llegar a su tope máximo.

En la tercera fase (nivelación) nuestro rendimiento ya no aumenta más; ahora se mantiene a tope durante un tiempo.

Y finalmente llega la cuarta fase (fatiga) en la que se va perdiendo capacidad y que requiere un mayor esfuerzo voluntario por nuestra parte; por así decirlo, nos quedamos poco a poco sin gasolina.

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Atención: ¡exámenes!

2Los exámenes están pensados para medir hasta qué punto hemos estudiado una materia, de forma que el mejor modo de preparar unos exámenes consiste en desarrollar unos hábitos de estudio sistemáticos.

Independientemente de que seamos partidarios o detractores de los exámenes, lo cierto es que forman parte de la vida de todo estudiante; por ello, tenemos que poner el máximo interés en conocer las mejores estrategias para afrontarlos. Aquí tienes una serie de consejos muy sencillos que pueden servirte de ayuda durante la realización de los mismos:

– No vayas con el tiempo muy justo al examen, tampoco vayas con demasiado tiempo de antelación, ya que puedes ponerte nervioso ante la espera y los comentarios con otros compañeros.

– Acuérdate de ir al lavabo antes de entrar al examen, te permitirá estar más tranquilo.

– Comprueba que llevas el material necesario para el examen y que funciona correctamente.

– Una vez has entrado al aula de examen y han repartido las preguntas, recuerda: usa el tiempo sabiamente. No te detengas demasiado en cada pregunta.

– No te pongas nervioso, respira profundamente y suéltalo pausadamente.

–  Lee las instrucciones y las preguntas cuidadosamente.

Busca claves en tu examen. Muchas veces hay respuestas escondidas en ellos.

Antes de entregar el examen, revísalo con cuidado.

Después del examen trata de buscar las preguntas que no supiste contestar. Ten en cuenta que a menudo se ponen preguntas clave que es imprescindible que el alumno conozca. Y pueden volver a caer en exámenes posteriores.

Si el profesor tiene la costumbre de corregir el examen en clase, toma nota de todo ello. Entérate bien de cómo se respondían las preguntas. Copia, si puedes, las preguntas en tu cuaderno para revisarlas en casa.

Apunta las notas obtenidas en tu agenda. A veces se olvidan. Así podrás ir valorando tus posibilidades y necesidades para próximos exámenes. Podrás calcular tu nota media.

Y por último, hazte las siguientes preguntas con el fin de mejorar para los exámenes posteriores: ¿Olvidé contestar algo? ¿Fui ordenado? ¿Hice una letra legible? ¿Repasé bien el examen antes de entregar? ¿Fue suficiente la preparación? ¿Qué correcciones me hizo el profesor en el examen? ¿Cuidé la expresión y la ortografía?

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La importancia del repaso en época de exámenes

El repaso es una parte esencial del estudio. Supone una gran inversión de nuestro tiempo si queremos optimizar la memorización y con ello reducir el esfuerzo de estudio. El repaso no es una simple repetición, sino una revisión activa durante la cual reflexionamos sobre los contenidos. La duración de las revisiones no debería superar en principio los cinco minutos. Además, es importante el repaso previo al examen que debe ser especialmente intenso. En definitiva, no se trata de estar repasando continuamente, sino de hacerlo en los momentos en los que tiende a caer el recuerdo. Así, los estudios científicos sobre la memoria demuestran que el proceso de retención de la información depende del tiempo en el que realizamos el repaso de los contenidos aprendidos. Observa el siguiente gráfico:

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El gráfico representa la curva del olvido; si lo observas, la curva tiene mucha pendiente durante las ocho primeras horas que siguen a tu sesión de estudio. Esto quiere decir que en ese tiempo los contenidos aprendidos se olvidan con mucha rapidez: para conservar mejor la información en tu memoria tienes que hacer un primer repaso como mínimo ocho horas después del estudio. Si repasas antes de las ocho horas, la curva del olvido será muy pronunciada y obtendrás un menor rendimiento en tu memorización. Por ejemplo, si tu sesión de estudio ha sido un sábado de 10 a 11 de la mañana, no hagas el repaso hasta las 6 o las 7 de la tarde. Si es entre semana, repasa al día siguiente del estudio.

Los repasos posteriores se pueden realizar al principio de cada sesión de estudio o bien cuando terminemos un tema o unidad didáctica. La secuencia de repaso es la siguiente:

– Intentar recordar las ideas fundamentales sin consultar libros o apuntes.

– Comparar lo expuesto con el libro, los esquemas, resúmenes…

– Si el recuerdo es impreciso, releer, revisar y estudiar de nuevo.

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Cómo mejorar las relaciones sociales en la adolescencia

1327048920_0La adolescencia es una etapa de cambios en los aspectos físico, mental y social, encontrándose los adolescentes muy receptivos a las influencias de los modelos sociales y los entornos en los que desarrollan sus relaciones interpersonales. Estos cambios provocan que la mayoría de los adolescentes se perciban como más inadaptados que los niños o los adultos, estando las razones de esto en la necesidad de buscar experiencias nuevas para ganarse la aceptación y el respeto de los iguales, para establecer cierta autonomía respecto a los padres y en la rebeldía contra las figuras de autoridad. A consecuencia de esto, surge la necesidad de afiliación al grupo de iguales, deseando en la adolescencia temprana el tener un mayor número de amigos.

También en esta etapa se producen cambios en las relaciones con los padres, disminuyendo en un primer momento el número de interacciones positivas entre padres e hijos. Sin embargo, a medida que los adolescentes van afirmando su individualidad y autonomía, no solo no se distancian de los padres, sino que requieren en mayor medida su apoyo. Esto implica que padres y amigos de adolescentes no son fuentes de influencia contrarias, sino complementarias como demuestran diversos estudios; así, es más probable que los jóvenes escuchen a sus padres que a sus amigos en cuestiones morales y educativas, mientras que son más susceptibles de escuchar a sus compañeros cuando se trata de elegir a amigos y pasar el tiempo libre.

La importancia de unas relaciones sociales adecuadas ha sido puesta de manifiesto con numerosas investigaciones, relacionando positivamente el éxito en las relaciones sociales con la autoestima, el afrontamiento de situaciones sociales conflictivas y como factor protector ante la depresión y el estrés social. Igualmente también está demostrado que disponer de buenas amistades en la adolescencia facilita la adaptación escolar y el rendimiento académico.

Todo lo anterior no hace sino destacar la necesidad de una mejora de las habilidades específicas de relación social de aquellos alumnos que por diferentes circunstancias tienen dificultades en este aspecto. Así, en este artículo se proporcionan una serie de estrategias facilitadoras de las relaciones sociales entre adolescentes, como son el desarrollo de la conducta prosocial, de la conducta de empatía y del trabajo cooperativo.

Conducta prosocial

Entendemos por conducta prosocial aquellos comportamientos llevados a cabo voluntariamente para ayudar o beneficiar a otros, tales como compartir, dar apoyo y protección. Diferentes estudios han puesto de manifiesto que los adolescentes con mayor número de conductas prosociales tienen una mejor adaptación escolar y éxito académico, suelen tener un buen desarrollo de amistades y suelen ser bien aceptados por los demás.

Desde el ámbito escolar podemos favorecer la conducta prosocial fomentando la participación de aquellos alumnos con dificultades sociales en los programas de voluntariado y ayuda que se desarrollen en el centro. Desde casa, un clima afectuoso y de apoyo será promotor de la conducta prosocial, además de tener expectativas altas sobre la prosocialidad de los hijos, de la misma manera que el cuidado de hermanos menores o familiares mayores que necesitan cuidados especiales o la colaboración activa en las labores del hogar sin que se reciba recompensa externa por ello.

Conducta de empatía

La empatía se define como la reacción emocional elicitada y congruente con el estado emocional del otro y que es idéntica o muy similar a lo que la otra persona está sintiendo o podría tener expectativas de sentir.

También son numerosas las investigaciones que evidencian que la empatía es un fuerte predictor de la conducta social positiva en niños y adolescentes: estudios realizados confirman una relación positiva de la empatía con la conducta prosocial  y con conductas sociales armoniosas  y una relación negativa con la conducta agresiva, además de ser una variable imprescindible para la comprensión de la conducta social adecuada.

Desde el colegio, puede ser beneficioso organizar un taller de teatro ya que, además de fomentar la importancia del trabajo en equipo, al implicar éste la representación de diferentes papeles que provocan la comprensión de emociones, problemas, circunstancias personales de otros…, se puede convertir en una útil herramienta para el desarrollo de la empatía y por extensión, de las relaciones sociales.

En el ámbito familiar, mostrar respeto hacia los demás, sin prejuicios y con la mente abierta, interesarse por los problemas ajenos, reconocer y felicitar los logros de los otros, además de una buena predisposición para aceptar las diferencias y una manera de expresar la opinión sobre los otros que se centre en lo positivo y en la crítica constructiva, facilitará el desarrollo de actitudes empáticas en el adolescente.

Trabajo cooperativo

Los beneficios de las experiencias cooperativas de aprendizaje para desarrollo personal y social son múltiples: se mejora la comunicación, la resolución de conflictos, las relaciones interpersonales, la satisfacción de necesidades afectivas, el rendimiento académico… Es por ello que desde el ámbito escolar el fomento de las estrategias de trabajo cooperativo debe ser una de las herramientas más usadas para la mejora de las habilidades específicas de relación social en la adolescencia; en concreto, con aquellos alumnos con dificultades de relación social, podemos asignarles roles concretos en el trabajo en grupo que fomenten aquellas habilidades sociales que más necesitan: liderazgo, negociación, petición de ayuda…

Por otro lado, desde la familia puede ser positivo el fomento de la práctica de deportes de equipo, ya que esto puede ayudar también a que se sientan parte de un grupo, al integrar diferentes habilidades para llegar a un objetivo común.

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El efecto Pigmalión

ZZZZ-520x245Cuenta la leyenda que durante mucho tiempo, Pigmalión, rey de Chipre, buscó a una mujer con la cual casarse. Pero con una condición: debía ser la mujer perfecta. Al no encontrarla, decidió seguir soltero y dedicar su tiempo a crear esculturas para compensar la ausencia. Y así esculpió a Galatea, tan bella que acabó enamorándose de su creación.

Cierto día, Pigmalión soñó que Galatea cobraba vida. Al despertar, se encontró con la diosa Afrodita, quien, conmovida por el deseo del rey, le dijo «mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has plasmado. Aquí tienes a la reina que has buscado. Ámala y defiéndela del mal». Y así fue como Galatea se convirtió en humana.

De aquí viene que a la profecía de autocumplimiento la conozcamos usualmente como “efecto pigmalión”: fue en los años 60 del siglo pasado cuando Rosenthal y Jacobson estudiaron este efecto en el ámbito educativo, demostrando que las expectativas de una persona sobre otra, aunque sean falsas, influyen en el rendimiento de la última.

Esto nos debe hacer pensar que las creencias que tenemos sobre nuestros hijos pueden potenciar sus habilidades, pero también pueden limitarlas, pudiendo provocar, de manera inconsciente, comportamientos y actitudes no deseables en ellos. Por ejemplo, si tenemos la idea de que un niño es torpe o revoltoso, muy probablemente el niño acabe desarrollando el comportamiento que esperamos de él. Y estas expectativas las reflejamos, no sólo verbalmente, sino también en nuestro lenguaje no verbal (gestos, tono de voz, postura…). Por ello, debemos poner especial atención en la forma en que expresamos y transmitimos nuestras ideas, sobre todo cuando estas se refieren a la forma de ser, actuar o pensar del niño. En la infancia y la adolescencia el autoconcepto se encuentra en pleno desarrollo, siendo los niños y jóvenes muy vulnerables a la influencia que se puede ejercer a través de nuestras expectativas.

Y también debemos ser conscientes de las expectativas que expresamos por comparación con los hermanos. ¿Cuántas veces se nos ha podido escapar  el típico “a ver si aprendes de tu hermano”? En muchas ocasiones tendemos a idealizar el comportamiento del hijo que habitualmente se porta mejor, regañándolo y castigándolo menos,  teniendo más paciencia con él. Este trato diferencial acaba afectando al autoconcepto y al comportamiento de ambos niños, del “bueno” y del “malo”. Así, en base a ese “efecto pigmalion”, cuando el niño es consciente de que sus padres esperan que tenga un mal o buen comportamiento, tenderá aún más fácilmente a tenerlo.

En definitiva, lo que digamos acerca de las capacidades de nuestros hijos va a influir directamente sobre lo que se consideren capaces de hacer. Por eso, si nos centramos en las cualidades positivas de los niños, estas se desarrollarán, mejorando así sus posibilidades futuras.

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Niños con dificultades de relación

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Las relaciones de los niños con sus iguales son básicas para su adaptación psicosocial y desempeñan un papel clave en su desarrollo general. Alrededor de los cuatro años, la mayor parte de los niños son capaces de hacer nuevas amistades y saber qué compañeros les agradan o desagradan. Sin embargo, entre un 5% y un 10% de ellos experimentan dificultades en las relaciones sociales, siendo necesario en estos casos promover las competencias sociales y emocionales para fomentar experiencias positivas entre los niños.

Desde la familia podemos poner en práctica estos sencillos consejos que ayudarán a mejorar las habilidades sociales de nuestros hijos:

  • Evitar etiquetas, por ejemplo: “no sabe hacer amigos”, “nunca juega con los niños”. Esto sólo consigue afianzar en el niño una sensación de incapacidad para relacionarse con sus iguales y una pérdida de confianza en sí mismo.
  • Servir de ejemplo: en nuestras relaciones con ellos y con los demás, debemos actuar de forma coherente y transmitiendo lo que queremos que hagan ellos.
  • Conviene conversar con el niño y hablar sobre las cualidades que posee y que debe utilizar. Ante determinadas situaciones sociales que le ocurran, es necesario explicársela para ayudarle a entender qué puede hacer.
  • Cuando pase por alguna situación social de rechazo, debemos dejar que pase por ellas, pero explicándole cómo superarla, enseñándole a decir no, a pedir favores, a defender sus derechos de manera asertiva…
  • Dotar a los niños y niñas de un ambiente rico en relaciones. Es importante que los pequeños tengan diferentes experiencias sociales, para que experimenten, aprendan y pierdan el miedo a determinadas situaciones.
  • No presionar al niño para que establezca cualquier tipo de relación ni obligarlo a acudir a determinados lugares comunes de los niños. Deberíamos favorecer el que se den situaciones donde son posibles estos contactos de manera natural y espontanea y que sea el niño el que decida con quien se relaciona.
  • Reforzar cualquier conducta de acercamiento o contacto hacia los demás.
  • Planificar y realizar actividades de relación, apoyándose para ellas en los vecinos o familiares a los que el niño muestra cierta simpatía o aquellos otros que suelen ser los animadores del grupo.
  • Conversar con el niño sobre cuáles son sus gustos preferidos, preguntándole por sus amigos y las cosas que hacen sus amigos del colegio.
  • Atraer a algún vecino que sea extrovertido, para que acuda a la casa del niño y cuando hayan jugado en la casa, invitarlos a salir al patio o al parque.
  • Hablar con los hermanos para que lleven a su hermano a jugar al parque y le busquen compañeros de su edad.

En el caso de que las dificultades de relación persistieran más allá de los 8 años, sería aconsejable acudir a un especialista para iniciar un programa de intervención enfocado en remediar los déficits específicos de habilidades sociales del niño.

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Hosting gratuito para Moodle (II)

Resultado de imagen de moodleHace ya unos años publiqué un post donde hablaba de una web en la que teníamos Moodle preinstalado y sin coste alguno, gracias al que podíamos empezar a crear aulas virtuales e ir aprendiendo a través de la práctica. Dicho servicio, que se ofrecía libre de publicidad y totalmente gratuito cambió sus condiciones y ahora ofrece el mismo servicio pero de pago.

A pesar de que la ventaja de este servicio estribaba no solo en su gratuidad sino también en que estaba libre de publicidad, hoy en día podemos contar con una web, que aunque inserta anuncios no excesivamente intrusivos en nuestros cursos, sigue siendo muy útil para empezar a dar nuestros primeros pasos en Moodle sin gastar dinero. La web en cuestión es esta milaulas.com y a través de un sencillo registro, podemos tener en pocos minutos nuestra aula virtual, con subdominio propio, acceso seguro HTTPS en todo el sitio, privilegios completos de administración, sin limitaciones en el numero de cursos, usuarios o espacio en disco y con servicio de videoconferencia y pizarra BigBlueButton.

Por último, y para hacer aún más sencillo la creación de nuestro sitio en milaulas.com, dejo aquí un pequeño tutorial que nos guiará paso a paso hasta tener nuestra aula virtual:

Manual de creación sitio moodle en milaulas.com

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Participar en las tareas del hogar

Resultado de imagen de niños tareas hogarLas tareas del hogar, que de por sí pueden ser abrumadoras, tediosas y largas, se ven como una carga aún mayor dado el ritmo de vida actual, con largas jornadas de trabajo, actividades extraescolares de los hijos, deberes y demás ocupaciones del día a día. Para hacerlas más llevaderas, todos los miembros de la familia, hasta los más pequeños, deben colaborar en su realización, consiguiendo así más tiempo libre y evitando sobrecargas, además de enseñarles a cooperar, a asumir responsabilidades y ser disciplinados.

Siempre y cuando las expectativas sean apropiadas, desde muy pequeños podemos hacer partícipes a nuestros hijos del cuidado de la casa. Puede parecer sorprendente, pero desde los tres años podemos empezar a implicar a nuestros niños en algunas tareas: recoger la ropa sucia, los juguetes, poner en su lugar la ropa limpia, los zapatos, poner servilletas en la mesa, recoger y limpiar la mesa después de comer, echar basura al cubo. Y con el tiempo, ir aumentando sus ocupaciones; por ejemplo, con cuatro años, además de todo lo anterior, pueden ser capaces de desvestirse y poner la ropa en su lugar, vestirse sin ayuda, lavarse y secarse solos, cepillarse los dientes, poner la mesa, poner comida a la mascota. Ya con cinco años pueden ayudar a hacer la cama, limpiar el polvo, doblar la ropa limpia, regar las plantas, poner el lavavajillas…

Pero si queremos que sean capaces de que tengan las habilidades para ayudarnos en casa, debemos enseñarles cómo hacerlo. Bastan unos sencillos pasos para que aprendan rápidamente:

  • En primer lugar, tenemos que decirles claramente lo que queremos que hagan. Por ejemplo, si queremos que echen una servilleta a la basura, no basta con preguntarles “¿dónde se pone eso?” o informarles del comportamiento inadecuado (“no eches la servilleta al suelo”). Debemos darles instrucciones precisas, claras y breves sobre el modo en que queremos que lo hagan (“ve y pon tu servilleta en el cubo de la basura”).
  • Si a pesar de que la instrucción ha sido clara, el niño no entiende qué hacer, debemos mostrarle nosotros cómo hacerlo, repitiendo la instrucción con un tono de voz suave y paciente, para después darle la oportunidad de ponerla en práctica.
  • En tercer lugar, cuando realice la acción, elogiemos su esfuerzo. La clave para que la conducta se vuelva a repetir exitosamente se encuentra aquí. Aunque todavía no sea capaz de realizar la acción del todo bien, no lo reprendamos por ello, sino al contrario valoremos el intento para que tienda a hacerlo la próxima vez que tenga ocasión.
  • Por último, en el caso de tareas más complejas, como doblar la ropa, practiquemos con él a la vez que verbalizamos los pasos para conseguir una buena ejecución.

Podemos observar que en cuanto aprenden a realizar tareas simples se entusiasman e incluso disfrutan haciéndolas. Sin embargo, cuando ya pueden hacer la actividad sin ayuda y ésta es repetitiva, pueden mostrarse renuentes a encargarse de ellas. En este caso, además de ser firmes y no hacer las cosas que les hemos asignado, podemos dar un tiempo para que lo realicen (“en tres minutos tienes que empezar a recoger tus juguetes”), ayudarles a empezar (“lo hacemos entre los dos”), ofrecerles algo atractivo después de cumplir la orden (“después de recoger, podemos ver la tele”), convertir la tarea en un juego (“a ver quién termina antes”), o darles a escoger qué tarea realizar (“¿qué prefieres, poner la mesa o recoger el cuarto?”). Y sobre todo, ser pacientes y constantes para conseguir que lo enseñado se convierta en un hábito, consiguiendo así desarrollar su autonomía y madurez.

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Los niños y la televisión

La televisión es una realidad con la que la familia tiene que vivir y que como todo, tiene sus aspectos positivos y negativos. Entre los valores positivos, están el que a través de ella y de una manera mucho más rápida y fácil el niño puede aprender y conocer contenidos que hasta hace poco eran poco imaginables. Tiene una gran capacidad para entretener a los niños y concentrarlos durante algunos minutos en programas que pueden ser educativos. Aprenden a usar un lenguaje más amplio y mejor pronunciado.

Pero las desventajas son también muchas. La primera es que les quita oportunidades para desarrollarse en otros campos como la música, lectura, pintura; la práctica de deportes y juegos físicos disminuye, al igual que la interrelación con otros niños de su edad, lo que significará una pérdida importante de experiencias que contribuyen positivamente al desarrollo de su personalidad. Si además nos referimos a programas de TV que no cumplen con las condiciones para la edad del niño, los aspectos negativos aumentan.

Entonces, ¿cómo hacer un buen uso de la televisión? He aquí algunos consejos para ello:

  • Desarrolle actividades en común al margen de la TV. Existen más de las que se imagina: lectura de cuentos, pintura y dibujo, armado de juguetes, jardinería, juegos clásicos, paseos, deportes…
  • Defina el tiempo de ver televisión, obviamente en relación a los programas adecuados a su edad. No vea usted mismo programas durante las horas en que el niño no pueda hacerlo.
  • No se acostumbre a tener la TV encendida todo el día mientras trabaja en labores de casa. No use la TV para tranquilizar al niño, ni para dormirlo.
  • Si el niño tiene mal rendimiento escolar, condicione la TV a la mejoría del sus calificaciones, y siempre será requisito el hacer las tareas y el estudio antes de ver la TV.
  • Coloque los aparatos de TV en un lugar común para la familia y no dentro de las respectivas habitaciones.
  • Use la TV para ver programas específicos y apague y enseñe a apagar el aparato una vez terminado el programa.
  • Estimúlelo para que vea documentales o programas de la vida real. Use los programas acerca del amor, el sexo, las disputas familiares, el alcoholismo y las drogas como una forma de iniciar las discusiones familiares sobre estos temas difíciles. Prohíba los programas violentos. Si permite que su hijo vea programas que muestran violencia, háblele sobre las consecuencias de la violencia. Señálele la forma en que la violencia perjudica a la víctima y a la familia de la víctima. Si su hijo está perturbado por un programa que ha visto, asegúrese de hablar sobre el mismo con el niño.
  • Discuta los anuncios publicitarios con sus hijos. Ayúdeles a identificar los anuncios con alto grado de presión para impulsar las ventas y las aseveraciones exageradas.
  • Explique las diferencias entre la realidad y la fantasía. Este tipo de clarificación puede ayudar a que su hijo disfrute de un programa y, sin embargo, comprenda que lo que está sucediendo en la TV podría no pasar en la vida real.
  • Sea un buen modelo. Si usted pasa mucho tiempo viendo la televisión, puede tener la seguridad de que su hijo hará lo mismo. Además, el tipo de programas que usted vea envía un mensaje muy claro a su hijo.