La gran mayoría de los adolescentes tienen un smartphone y además, prefieren usarlo antes que otro dispositivo para acceder a Internet, lo que implica que pueden acceder a la Web cuando deseen.
Esto hace que los antiguos consejos como tener el ordenador en un lugar público de la casa o instalar una herramienta de control parental en el PC no sean ya del todo válidos. Hoy en día los consejos deben tratar sobre los sistemas de mensajería de los smartphones, como WhatsApp, convertidos en la forma principal de comunicación entre los adolescentes.
El primer problema que plantea el uso de WhatsApp es la adicción: estar pendiente de la respuesta de un mensaje que acaban de enviar, revisar continuamente la lista de contactos para saber la última hora de conexión o si han visto el mensaje enviado, son comportamientos muy habituales en los adolescentes e incluso en los adultos. Y esto puede interferir en la atención que deben prestar en determinados momentos al estudio, a las tareas habituales o incluso a otras formas de ocio.
El segundo problema no es nuevo ni exclusivo del WhatsApp: el sexting o envío de fotos comprometidas. El que no sea necesario contar con un ordenador ni tener que transferir las imágenes captadas con otro dispositivo a otro equipo conectado a Internet, hace que casi no haya espacio para la reflexión. En un par de segundos se graba la imagen y se envía a través de WhatsApp.
En tercer lugar, el acoso, apareciendo ya en los medios noticias de casos de acoso a menores a través de WhatsApp como la que encontramos aquí: Detenido un menor por acosar a niñas a través de WhatsApp
Y las recomendaciones sobre su uso, parecidas a las que se han dado ya para el resto de servicios de Internet. Para comenzar, nada de prohibiciones, y menos ahora que los menores son propietarios de estos dispositivos: burlarían la prohibición muy fácilmente y con consecuencias más negativas que el problema que se pretendería atajar.
En el fondo lo importante es la educación, no que la tecnología sea mala: hay que hacerles ver que no es correcto el estar hablando con otra persona y al mismo tiempo estar pendiente del móvil, y que hay que cuidar las relaciones personales igual que se cuidan las digitales. Y por supuesto, dedicarle el tiempo adecuado, ¿para qué tener el teléfono activado durante la noche, mientras duerme, igual que durante las clases o mientras realiza tareas escolares?
Y en lo que toca al envío de imágenes, hacerles ver ejemplos de mal uso de estas prácticas. La foto “graciosa” que hacen hoy, puede tener consecuencias muy negativas en el futuro. Y la persona en la que confían hoy, puede que mañana les falle.
Por último, que sean conscientes del riesgo de la inmediatez: antes, el enviar una imagen implicaba tomarla con una cámara o móvil, llegar a casa, encender el ordenador, conectar la cámara, transferir las imágenes, entrar en la red social y enviarla o colgarla. En todo este proceso daba tiempo a reflexionar y echarse atrás, algo que no ocurre hoy en día. La imagen que envían en un momento de euforia, puede costarles cara al día siguiente.